Durante mi viaje a la India en septiembre de 2024, tuve el inmenso privilegio de conocer a un tejedor artesanal cuya hospitalidad me impactó tanto como su saber hacer. Acompañado de Satnam, mi conductor, visitamos su taller donde, con un telar tradicional de madera, tejía magníficos tejidos, con el saber hacer heredado de sus antepasados desde hace varias generaciones.
Después de la demostración, mientras su hijo nos mostraba sus magníficas creaciones, el artesano nos ofreció comida: una comida “familiar” preparada por su esposa, que él mismo nos sirvió. Comida sencilla y deliciosa ofrecida con una generosidad que iba mucho más allá del simple acto de alimentarse.
En la India, recibir a un extraño se considera un honor, porque dar es una forma de riqueza espiritual. El acto de ofrecer una comida es una celebración de nuestra humanidad compartida. A través de este gesto, comprendí la profundidad de esta cultura: dar nos enriquece verdaderamente y es en este intercambio sincero donde reside la verdadera riqueza, la del corazón. Esta experiencia me conmovió profundamente y guardo especialmente en mi memoria este encuentro y este momento de gracia.
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